martes, 21 de agosto de 2012

Del uso al abuso hay un solo paso

La misma brecha que separa el amor del odio, es la que divide el uso del abuso.

Esto pensaba mientras entraba clandestinamente en el baño para discapacitados de los cines Hoyt's con el único fin de evitar hacer la infinita cola que se armó en el de mujeres no bien terminó Batman y que, esta vez, era más larga de lo esperado. Si bien salí rápido -casi corriendo- por miedo a que algún fanático de las reglas me intercepte y me pregunte cuál era mi capacidad especial, pronto me di cuenta de que los cinco minutos que estuve adentro del tualét equivocado bastaron para que se formara una filita en la puerta y unas cuatro o cinco minas más se colgaran de mi avivada. 

Esta situación que a mí me costó unos 30 segundos de planteos éticos y morales, pronto advertí que se reproduce constantemente. De hecho, durante la función en el cine también. En tiempos en los que la gente está sacada, es normal no poder encontrar entradas para ninguna película que reciba más de cuatro clarinitos, ni con dos semanas de anticipación. Por ello, resulta indispensable encontrar nuevas estrategias y aplicarlas para sobrevivir. O, al menos, para entretenerse. Una de ellas, es reservar un asiento en la primera fila y antes de que comience el film, dirigirse al final de la sala y ocupar el que está destinado a una persona discapacitada, el cual, por lo general, permanece vacío. Eso hizo un hombre de pocas pulgas y mucha menos culpa de dejar a su pareja con tortícolis durante el resto de la semana. Otra vez, del uso al abuso en un santiamén.

Y de estos hay mil. Pregúntenle a los que van con muletas a la cancha, si no. 

Ok. Yo sé que no está bien. Que no es correcto usufructar algo que está dirigido a gente que realmente lo necesita, sólo por una cuestión de comodidad y puro beneficio personal. También admito que ese impulso que tuve en la puerta del baño no fue producto de mi espíritu más noble y puro sino, quizás, de esa parte de mí oportunista y que se cree piola quebrantando normas sociales ("bien de porteña", dirían algunos amantes de las generalizaciones). Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿qué tan mal está utilizar los servicios destinados a la gente que padece alguna discapacidad física cuando éstos están disponibles? Y si está mal, ¿por qué? Entiendo que la prioridad la tienen los discapacitados, pero si vivimos en un sistema capitalista que tiene como fin volver productivo todo lo que construye/existe, ¿por qué está mal visto darle uso, funcionalizar, operativizar aquello que, estadísticamente, permanece la mayor parte del tiempo condenado al ocio y a la improductividad? 

Presiento que si la gente del INADI lee algo de esto me va a denunciar. No se equivoquen. No es que estoy pregonando una sociedad que, de pronto, deje de respetar los espacios construidos para la gente con algún tipo de imposibilidad física (si es que en este momento se respetan). Sólo quiero marcar el contraste: en tiempos en los que todo debe pensarse dentro de los límites de la utilidad y la eficiencia, que aquello que no reditúe algún beneficio económico, cualquiera sea, no tiene la gracia de contar con aprobación general sino que es acusado de hippismo o comunismo barato, aumentar la productividad de los objetos fabricados por la industria capitalista debería ser un logro a destacar. Sin embargo, no. Estas prácticas se realizan desde el mismo lugar donde se efectúan los abusos: desde las sombras. Rogando que nadie nos vea y suplicando compasión en caso de ser encontrados por alguna autoridad competente con las manos en la masa. 

Es raro. Otra vez, decimos que está mal, que es incorrecto, lo condenamos en público, pero en la esfera privada lo hacemos y nos creemos un poco más inteligentes que el resto, que los "giles"

Es raro y, sobre todo, ridículo. Casi tanto como la idea de que, con un par de medidas y políticas públicas se puede transformar una sociedad que tiene sus bases en la formación de seres trabajadores, productivos y súmamente individualistas, en una solidaria e inclusiva. 

9 comentarios:

  1. A mi entender (¿?) los espacios reservados para "personas con capacidades diferentes" (aguante el INADI), operan de la misma manera que las cajas de los supermercados o los asientos del bondi que tienen esa indicación: se pueden usar, pero ante la presencia de una embarazada, por ejemplo, se le debe ceder el lugar.

    Y claro, que nadie utilice el "baño de discapacitados" me suena tan ridículo como que nadie se siente en el primer asiento del colectivo, o que nadie se meta en la caja vacía sólo porque dice "prioridad embarazadas" mientras en las demás hay 5 personas con el changuito lleno. Y eso no quita que te tengas que bancar cederle el lugar a una persona en silla de ruedas si justo aparece cuando te están por atender o sos el próximo para entrar al tualet especial.

    Creo que no me equivoco si digo que todos estos espacios especiales para gente especial, están "reservados", pero no "son de uso exclusivo". ¿No?

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    1. ¿Reservados hasta cuándo?

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    2. Hasta que llegue uno con derecho a reclamar su ocupación.

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    3. Dale! Si llega un discapacitado a reclamar su ocupación te convertís automáticamente en la peor persona del mundo. Y con razón, jaja.

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    4. No. Si llega una "persona con capacidades diferentes", antes de que lo reclame, le ofrecés el lugar, le cedés el puesto, y quedás como la mejor persona del mundo. Sin razón, por supuesto.

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  2. Hey, decir que la gente atiborra una sala de cine para ver una película que tuvo 4 CLARINETES, también es generalizar. De todos modos, excelente el planteo de la nota!

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  3. Y concuerdo en que son espacios públicos que todos pueden utilizar, hasta que aparezca una persona con alguna discapacidad ó impedimento y haya que cederlos.

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  4. Conozco una oficina en la que pasa eso con el baño de mujeres (emresa de informática, por supuesto).

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  5. Hay que decirlo, los muñequitos del baño discriminan. Posta, fijate solo hay muñequitos blancos...

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