jueves, 29 de octubre de 2009

Y no pasó

5 sardinas opinaron
Gracias al post de mi amigo Sin Palabras, me entusiasmé y yo también puse a prueba mi inconsciente.

Es así: antes de ir a dormir hay que dejar un papel y un lápiz arriba de la mesita de luz y poner el despertador a las 5 de la mañana, para que, al despertar, uno escriba algo, lo que le salga.
La idea es estimular la inspiración y la creatividad.

Ok. Puede ser que yo tuviera demasiadas expectativas, que verdaderamente esperara encontrarme con palabras reveladoras, o que buscara desayunarme con una clave fundamental para la vida. O, mínimo, el nombre de la persona a quién mi inconsciente secretamente ama.
Pero no, ni por casualidad. Nada de eso pasó.

"Hola se cayo"

¡¿Hola se cayó?!

Sí, esa pelotudez escribí a las 5 de la mañana.
Una bosta.

Ni amor secreto, ni clave de la vida, y menos, una revelación.
Lo único que puedo afirmar es que mi inconsciente muy poco sabe de signos de puntuación y tildes.

domingo, 25 de octubre de 2009

No lo posterguen

4 sardinas opinaron
Ayer fui al Teatro Ciego.

¡Completamente desestabilizante!

Es INCREIBLE lo que puede lograr la imaginación cuando carece del sentido de la vista.

De más está recomendarles que vayan.

sábado, 24 de octubre de 2009

La doble utilidad de las cosas

1 sardinas opinaron
Él tiene una habilidad:
ni bien llega, todas las cosas de la casa mutan
y se convierten en juguetes.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Créalo o no

6 sardinas opinaron
Insisto en que cuando llueve, los noticieros deben hacerse literalmente un festín, si me permiten la palabra. Algo así como "Tranquilos, ya tenemos la nota de relleno, muchachos".

Hoy, en medio de un zapping, dí con Telefé Noticias y un título símil a "Un día de... Miércoles", claramente referido a la inescrupulosa lluvia que nos visitó durante toda la mañana y parte de la tarde.

Mientras me cuestionaba dónde había quedado el periodismo de verdad, el notero de Telefé me respondía preguntándole a una señora:

-Digamé, ¿usted combina el paragüas con la ropa?

¡Ridículo! Habría que contestarle. E irse.

martes, 13 de octubre de 2009

Recíproca caridad

6 sardinas opinaron
Martes 13 de octubre de 2009. Buenos Aires, Plaza Flores. 21 horas.

La noche ya circula doblemano sobre la Avenida Rivadavia. Mientras los colectivos devuelven a sus casas a centenares de trabajadores que ruegan que acabe la jornada, el semáforo cambia al rojo, como si quisiera callar el tránsito para que se vuelquen en el silencio las nueve campanadas que ahora se escuchan, y que provienen de la Basílica San José de Flores. En frente y sobre la Plaza, el escenario comienza a transformarse. De a poco, se va formando una fila de carros cargados de cartones y papeles que llevan la recolección del día. Algunos nenes los revolotean, mientras que los mayores se sientan a esperar la llegada del camión encargado de llevarlos de vuelta, en el mejor de los casos, a algún lugar con techo.

Entre las campanas y el semáforo que ya casi está en amarillo, cuatro jóvenes que no superan los veintitantos aparecen, cargados con mochilas y termos. Claro, es martes y los cartoneros esperan algo más que el camión. Su sola presencia hace que los sentados instantáneamente se pongan de pie y les salgan al encuentro. Los reconocen y se saludan. Una de las chicas abre la mochila y reparte el primer sándwich que es bien recibido y da pie a que los menos vergonzosos ya se pongan a contar lo que tienen para decir. “Ellos están acá hasta las nueve y media, nosotros venimos un rato antes y les traemos algo para comer, también jugo y, cuando hace frío, caldo. Ya saben que los martes venimos y nos esperan… mientras comen les hacemos el aguante hasta que llegue el camión”, cuenta Martín, uno de los chicos que forma parte de lo que formalmente se denomina “La noche de caridad”, un servicio que brinda un grupo de jóvenes desde el último verano.
Cuando se les pregunta por el origen de la idea, se hace un silencio pensativo. Uno de ellos cuenta que este proyecto surgió a partir de la necesidad de ayudar, de ‘hacer algo’ que intente cubrir, por lo menos, una partecita de las infinitas falencias ajenas. Esteban, otro voluntario, agrega que lo que lo puso en movimiento fue pensar en clave de paridad: “¿cómo no hacerlo si somos todos iguales?”.

Se hacen las nueve y media y las campanas vuelven a sonar. El camión ya se aproxima y levanta los carritos – que, por cierto, parecen haberse multiplicado en pocos minutos- junto con sus dueños. Entre los presentes se empiezan a repartir saludos de despedida y como siempre, promesas de volver a encontrarse siete días más tarde.

Sin embargo, la noche de caridad recién empieza. Toman la calle Rivadavia y en el camino van encontrando a otros que también parecen estar al tanto de lo que, últimamente, traen consigo los martes. Van repartiendo la comida, se sientan, charlan y les dejan a todos una sonrisa en el rostro: “es muy bueno esto que hacen”, les grita un hombre, antes de dar su primer mordisco. Mientras tanto, Martín nos cuenta que, si bien con lo que primero se encontró fue con la injusticia y la desigualdad desparramadas por todas partes, lo que más lo sorprendió “fue que me dijeran ‘gracias’”, asegura, intentando disimular la emoción que se le delata en la voz. Tiene razón. Es llamativo que ni hasta el más arisco olvida pronunciar esas siete letras luego de recibir el primer sándwich o de disponer, quizás, de un oído atento.
Cruzan Pumacahua y se acercan a la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes donde casi diez personas también los esperan. La reacción es la misma: un caluroso recibimiento mezclado con desbordantes ganas de compartir. El “gracias” vuelve a ser el leimotiv del encuentro. Se quedan un rato, preguntan, escuchan sus historias y el tiempo empieza a correr como en una maratón. Sin que se den cuenta ya se hicieron casi las once y media y todavía sobran un par de sándwiches. Es la última parada, así que pueden repartirlos todos.

Los servidores de “La noche de caridad” aseguran que es mucho más lo que reciben que lo que dan: “el fin no es darles la comida, porque en comparación a sus necesidades, es una miseria lo que les damos… pero lo que mantiene prendida la llama es justamente la reacción de la gente. Es increíble lo contentos que se ponen cuando nos ven, se ríen, están ansiosos…Al final, lo que les damos es mucho más que un sándwich; es alguien con quien hablar, en quien confiar, compañía. Y ellos nos lo devuelven todo multiplicado cien veces por esperanza”.

Procurando que ninguno quede sin comer, de a poco empiezan la retirada. Entre besos y abrazos se dicen convencidos “hasta el próximo martes”, y finalmente los cuatro emprenden el camino de regreso a sus hogares, con las mochilas menos cargadas e intentando aprender lo que esa noche la calle intentó enseñarles.



(Marto y Soñador: perdón y gracias!!!)

lunes, 12 de octubre de 2009

I de indignada

2 sardinas opinaron
Si la mayoría de las mujeres son histéricas y vuelteras
es porque la mayoría de los hombres las prefieren así.
Y punto.-

viernes, 9 de octubre de 2009

¿Alguien me ayuda?

7 sardinas opinaron
¿Cuál es la respuesta políticamente correcta a un elogio?

No es que me anden halagando todo el tiempo pero... aaaaah, no hay cosa que me ponga más incomoda que un cumplido. Ojo, no es que reniegue de ellos, el problema es que me desestabilizan completamente. De repente, la mina combativa, que va de frente y se defiende de cualquier tipo de ataque, se derrite ante una de esas expresiones, quedando totalmente desarmada y con la mente en blanco.

Además, aunque lo intente, nunca encuentro una respuesta satisfactoria.

¿Gracias?, suena desinteresado.
¿Vos también?, cursi y de compromiso.
¿Ay, por favor, nada que ver?, falsa e irritante modestia.

Juro que estuve probando pero nunca la pego. La mayoría de las veces la gente se queda disconforme, como decepcionada.

Por eso, ya sólo sonrío y cambio de tema.

No sé, quizás tenga que aprender a pensar menos.

martes, 6 de octubre de 2009

Refutación a “Las 8 máximas fundamentales para el levante en un boliche”

9 sardinas opinaron
1) El hombre se acerca, la mujer espera
Ya empezamos mal. Yo me pregunto, ¿quién dijo que el de la iniciativa tiene que ser el macho? Esa postura ya completamente legitimada de la mujer, a esperar a que el hombre se digne a buscarla va en contra de cualquier avance que se quiera producir a nivel social. ¿Dónde quedaron las teorías feministas que difunden un mundo de igualdad entre el hombre y la mujer? Me parece que es hora de que el hombre deje de tener el rol central en la conquista y que el sexo femenino salga al encuentro de aquel tímido y perdido muchacho.

2) El chamuyo siempre empieza igual

“Hola, tu nombre, linda?”
“Fernanda”
“Ah, Javier, cómo estás? y… venís siempre a este lugar?”
Quizás las mujeres se sientan más identificadas con esta segunda máxima, y por eso en nombre de todas les pido un favor: SEAN ORIGINALES!
¿No están hartos de escuchar charlas demasiado predecibles sobre la vida del otro? Se torna aburrido que en una misma noche pregunten 15 veces el nombre, 12 qué carrera estudiás y que 18 traten de hacer caer a una pobre ilusa con el conocido cuento “Yo a vos te tengo de algún lado…”
Por eso muchachos y muchachas bolicheras, innoven! Desestructúrense y combinen una dosis de simpatía con otra de originalidad, pasen y pregunten cosas inesperadas, como por ejemplo: “Hola, ¿sos politólogo?”, el factor sorpresa es indispensable para captar la atención del que se quiere conquistar.

3) El “te presento a un amigo” forma parejas
Esto sí que no va más. Es indignante. Que un amigo sea el intermediario de un levante baja puntos. Que él o ella sean tímidos no significa que otro tenga que tomar las riendas de su vida y empujarlo a la cacería. Vos me podrás decir, “lo estoy ayudando..” pero no, no lo estás ayudando a nada, más que a tener la obligación de hacerse el simpático con una señorita que él no hubiera elegido y que definitivamente no es su tipo… El verdadero avance será cuando dé el paso por sí mismo y de eso se encarga el psicólogo.

4) Si están más de 5 minutos hablando y no pasa nada, es una histérica
Esto me pone mal. No entiendo por qué no se puede hablar un rato tranquilamente con alguien en un boliche y que tus amigos no te estén mirando haciendo señas irreproducibles y completamente tergiversadas de la realidad. Además, parece que no se puede casi responder a la pregunta “tu nombre?” sin firmar un contrato de compra-venta con el muchacho en cuestión. Digámosle que sí a conocer a una persona en un boliche por el simple hecho de conocer gente, de entablar una relación social, de hacer uso de la lengua, pero sólo para intercambiar algunas palabras y reírse un rato… todo eso sin la carga de llevar el sobrenombre “histérica” a todos lados!

5) Las exageraciones son infalibles (ej: “Me enamoré”, “Me caso”, etc.)
Es increíble como se va proliferando esta forma de cortejo. Esas frases exageradas y obviamente mentirosas de haber experimentado un amor verdadero a primera vista no son un buen camino para el levante. Las mujeres pueden esbozar una sonrisa pero en general, PASAN DE LARGO y por dentro no hay una que no piense “qué boludo”. Así que un consejo: cuando salgan el sábado para el boliche, la cursilería déjenla en casa, y actúen como seres relativamente normales; en el pasado quedaron las mujercitas ingenuas.

6) No existen las charlas inteligentes en un boliche
Esto va bastante de la mano del ítem número 4. Me da bronca que no se pueda entablar una charla más o menos coherente con la persona del sexo opuesto en un ambiente de boliche. Religión, política, sociedad, son temas con alto grado de opinología que nos ayudan a poder comprender cómo piensa el otro, y creo que nos dice un poco más que lo que puede proporcionarnos saber el signo del zodíaco, si tiene ascendente en Marte o si nació en año bisiesto. Una charla interesante nos brinda un buen momento a pesar de que no pase nada entre los participantes y nos demuestra que no hemos perdido el tiempo, sino que hemos encontrado alguien inteligente al que estaría bueno pasarle el correo electrónico.

7) La edad/profesión/cantidad de hijos se maneja según la conveniencia
Decandente. Mentir indiscriminadamente es de las cosas más bajas del humanoide y esconde una suerte de inseguridad interna impresionante. Chicas y chicos, no se mientan… acéptense como son y si con 26 nos cruzamos con una de 17… y bueno háganselo saber, seguro va a dar más razones para la risa que predicar unos dudosos 22 años y medio. Además, razonamiento simple… ¿cómo mantener luego aquella falsa información como verídica? Es un trabajo dificil y enfermante que no tiene sentido. Sé vos y mandate así, la nobleza es uno de los valores más codiciados en esta vida.

8) Ser amigo del barman suma puntos
En esto no voy a generalizar porque quizás me equivoque, y mi opinión no sea la de la masa. Para esto voy a recurrir al filósofo griego Aristóteles y sus silogismos:
EL BARMAN ES UN BOLUDO
LOS AMIGOS DEL BARMAN SON UNOS BOLUDOS
VOS SOS AMIGO DEL BARMAN
CONCLUSIÓN: VOS SOS UN BOLUDO
Con todo respeto a los barmen que estén leyendo lo aquí detallado, lamentablemente, les cuento que me he cruzado con unos ejemplares de su especie que bastante dejan que desear. Ser amigo del barman, por lo tanto, no es sinónimo de “tenerla clara”, NO. Al contrario, es algo así como adherir a la vida sinsentido y desordenada de una persona que cree que la “vida pasa por tener guita para salir los findes” y jugarla de ganador. Por lo menos a mí, me causan repulsión este tipo de muchachos y, aunque me regalen 3 speed con melón yo prefiero al chico clásico que quizá no puede invitar un trago pero que tiene la mentalidad un poquito más amplia.

lunes, 5 de octubre de 2009

Al cabo que ni quería

1 sardinas opinaron
¡No me pregunten por qué!

Pero últimamente todo lo relaciono con el chavo.

He ahí el más valiente

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Detener y detenerse. Y en eso observar. Y observarnos. Paralizar momentos. Hacerse a un lado, perder tiempo. Callar. Descubrir en el silencio una sola voz. Escuchar. Llorar, reír, cantar.

sábado, 3 de octubre de 2009

Asalto a lo ineludible

1 sardinas opinaron
Cerró el cajón y ni siquiera el sonido del golpe, seco y violento, lo devolvió a la realidad. Era de tarde, cuando el mundo parecía haber frenado su funcionamiento habitual. A su alrededor, sólo se sentía el ruido del silencio, ese sonido que aparenta esconderse y que a la vez, no deja de ser inminente, como la lágrima que ahora se le asomaba sin pedir permiso.
En ese clima había estado mirándola durante varias horas. Su rostro, tan frío y sereno, tan distinto a la última imagen que de ella había guardado en su memoria. Sus manos, más prolijas que de costumbre, su calidez de siempre, tan ausente. La irreversibilidad del presente lo desafiaba con recuerdos que parecían vividos por otro. Lo asaltaba con preguntas sin respuesta, con enigmas indescifrables que resonaban una y otra vez en su cabeza.
Él tenía miedo de que algún día ella se le borrara de la memoria, por eso, mientras observaba su boca, intentaba repasar uno a uno los besos que se habían regalado, y a cada uno le dedicaba dos o tres minutos, reparando en los detalles que los hacían diferentes al resto. Días atrás también los había invocado, pero esta vez se miraba a sí mismo desde afuera, extrañado, constatando cómo, en aquella entrega, su persona recobraba la inocencia y la sencillez que su sola presencia le contagiaba y que ahora, su recuerdo parecía devolverle.


Siempre pensó que ellos eran diferentes al resto de las parejas comunes y corrientes. Ella, tan espontánea, siempre se las arreglaba para sorprenderlo. Como aquel día de lluvia que, entre tostadas con mermelada y submarinos, le dijo


-¿Qué tal si cada vez que nos despedimos dejamos una consigna, una tarea para pensar? Claro, por ejemplo, una pregunta que deberíamos responder y compartir la próxima vez que nos encontremos. Nos podemos turnar para elegirla, pero siempre tenemos que pensar los dos. ¿Qué te parece?

Le era imposible negarse ante el brillo de sus ojos, reflejo del entusiasmo que le causaba haber encontrado algo que podía ser sólo de ellos, un juego al que únicamente podía jugarse de a dos. Sin chistar, religiosamente y antes del beso final, uno de los dos proponía un interrogante al que ambos se comprometían intentar dilucidar.

Bueno, algo así había sucedido la noche anterior. Habían ido al cine, y ella se había emocionado más que de costumbre. Un minuto antes de despedirse, él había tenido que recordarle que era su turno, ella debía formular la infaltable pregunta. Le insistió un rato hasta que finalmente la soltó, como si se le escapara entre los dientes:
-¿Es inevitable olvidar?

Con esa frase se había dormido y era la que ahora le resonaba en la cabeza, demorando una respuesta que cada vez se hacía más lejana y que hasta le daba miedo encontrar.

De repente lo atacó ese sentimiento que siempre le causaron las injusticias. Hasta ese momento, no sabía que cuando éstas tocan de cerca, la impotencia se intensifica, la desesperanza se vuelve común denominador y los pensamientos son vías infinitas, rutas sin horizonte. Volvía una y otra vez a recordar su voz, sus labios esbozando las últimas palabras que de ella escuchó. ¿Era inevitable olvidar?

De golpe, el sonido de la puerta irrumpió entre sus pensamientos y, seguidamente, una voz lo interpeló. Obnubilado buscó rápidamente internarse en la realidad. Miró a su alrededor y advirtió que la tarde ya había perdido la batalla. La oscuridad de la noche se había abierto paso para que comience el retorno a su casa. Su mente era un incansable proyector de su rostro, de su naturalidad. Como en un film, iban sucediendo una tras otra las escenas en las que ella y él – que no era él, sino que era él-con-ella - eran protagonistas.
¿Sería imposible no olvidarla?
Con el tiempo se daría cuenta de que seguramente ella creía que sí y que por eso, había elegido como cielo, eternizar su alma en su memoria.