jueves, 20 de octubre de 2011

Para el amor no hay edad pero sí ideología política

11 sardinas opinaron
Si algo me dejó este último tiempo en el que se vivieron ya tres vedas, dos elecciones y una en puerta, es que la democracia contribuye a desunir parejas consolidadas. Y sobre todo en esta era.

No, no es que me haya pasado a mí particularmente, pero a ver, pensemos. Si hubo algo que definitivamente implantó el kirchnerismo (y que no es la militancia juvenil, ni la vuelta de la discusión política a la mesa del domingo) es, básicamente, el antikirchnerismo. Y con esto, la polarización de la política. Si votás a Cristina, detestás a Duhalde y Rodríguez Saá te parece patético. Si votás a Alfonsín, hablás de la dinastía K y a la presidenta le decís yegua (junto a otros muchos adjetivos calificativos del estilo). Entonces… ¿qué pasa? Esta efervescencia propia del proceso electoral comienza a sacar a la luz ciertas cuestiones que permanecen la mayor parte del tiempo dormidas y que tienen que ver con la ideología. Ok, entiendo que a la mayoría de las personas no les interesa la política, pero hay una cuestión ineludible: todos tenemos que votar (bueno, todos no, Macri no votó, pero está clarísimo que Mauricio no es 'todos'). Vuelvo: todos votamos y en ese momento, aunque no queramos, nos ponemos de uno u otro lado de la cancha: K o antiK. Nacional y popular o gorila.

Bueno, ¡ahí! empiezan los problemas maritales, a mi entender. Porque, claro, si ambos coinciden, no hay drama. Pero si no, empiezan las discusiones y presuntas desuniones: anotenlé otro defecto más a la democracia.

Pero bueno, teniendo en cuenta que es el sistema menos malo que existe (o, por lo menos, es lo que nos hacen creer)  propongo que, en vista de no fracasar amorosamente, tengamos como prioridad chequear el grado de tolerancia peronista del otro. Algo así como ir testeando si uno tiene una pareja más del lado nac&pop o del fach&gor.

Sí, tiene que ser así. De la nada, que no se la vea venir, que se vea obligado a contestar sin pensar, a sacarle la posta. 

Así, durante un mes, armar una grilla que esté divida por cuatro: izquierda, derecha, gorila, peronista. E ir ubicando al otro según sus opiniones. Parece una boludez, pero quizás sirva para evitar encontrarnos en 2015 viviendo con un gorila… ojo.

Una vez que se saque el perfil político-ideológico del sujeto evaluado y pueda ser contrastado con algún candidato hay que compararlo con el propio. Para ello, diseñé un test de compatibilidades, con el objetivo de advertir el porcentaje de posibilidades a futuro que tiene la pareja de prosperar. Aviso: ubiqué a Cristina como opción fija porque el 50% de la población así lo determinó.


Test de compatibilidades

Cristina – Duhalde = 20%
En común: Juan Domingo Perón (aunque han hecho lecturas diferentes, es un punto en común)
No hablar de: todo lo relacionado al narcotráfico.

Cristina  - Alfonsín = 7 / 8%
En común: sacar crédito del fallecimiento de un ser cercano. 
No hablar de: efedrina y  las alianzas electoralistas.

Cristina – Binner = 45%
En común: ambos ponen la palabra izquierda en la descripción de su ideología.
No hablar de: el 82% móvil, retenciones al campo, usar política que está buena para ganar votos.

Cristina – Pino = !
Danger. Estás saliendo con un perdedor. De todos modos, no hablar de elecciones primarias, recursos naturales ni minería a cielo abierto.

Cristina – Rodríguez Saá = ?
Jodido encontrar un rodríguezsaísta… a menos que vivas en San Luis. Me ahorro comentarios. Wi Fi para todos y todas.

Ultrakirchnerista
No hablar de: Muchas cosas. Pero por nada en el mundo combinar en la misma oración las palabras menemismo y Néstor.

Ah, y si te enganchaste con un zurdo/a, te la aguantás. Empezá por Marx, porque no le vas a entender nada.

Dicho esto, y habiendo alertado a la población sardina, me retiro citando el tan conocido dicho popular que dice que "es mejor prevenir que casarte con un duhaldista". Toda la vida.

lunes, 17 de octubre de 2011

Los intelectualoides

10 sardinas opinaron
Antes que nada, aclaración: este texto lo escribí para un programa de radio en el que comencé a participar como columnista. De esta manera, los invito este viernes (y todos) a las 21 por FM Palermo 93.9 a compartir este nuevo espacio donde haré más observaciones sardinas. Me encantaría que salgan al aire a rebatir mis hipótesis ;). ¡¡Gracias!!

Primero, hay que dejar en claro una diferencia: intelectualoide no es lo mismo que intelectual, ni siquiera se le parece. Mientras que intelectualoides hay por doquier, intelectuales hay pocos. A menos que uno frecuente lugares como el Conicet, la Universidad de Birmingham, o UBA (aunque en la UBA hay bastante ladri).

Pero definámoslo:

Intelectualoide (Del lat. intellectuālis)
adj. persona que en una misma charla intenta agotar todos los recursos culturales que tiene a su disposición con el único fin de impresionar a su interlocutor.

Porque a ver... lo que haga cada uno con su sed de conocimiento es personal, no jode y básicamente, a nadie le importa. AHORA…. Y atención que esto es clave: si hacés eso para después ir a contarlo… ahí sos el perfecto y molesto intelectualoide al que me quiero referir y, sí, le hinchás las pelotas a la sociedad. O al menos a mí.

Vamos a ejemplificar:
Supongamos que, Dios no lo pemita, conozco a un intelectualoide en un boliche, pero como no me doy cuenta (no es tan fácil darse cuenta de esto en este tipo de ambientes), me cae bien  y le paso mi mail. Me agrega al MSN y al Facebook. Ahí empieza el problema, en el Facebook. Porque claro, el tipo me lo estudia. Entra a mirar lo que me gusta, lo imprime y con un resaltador va marcando los gustos culturales sobre los cuales puede hablarme e impresionarme (ok, lo del resaltador no estoy segura, quizás usa un lápiz. Aunque no me extrañaría que sea un resaltador amarillo nerd). Ok, decía, entonces… lee: Cortázar, Foucault, Tim Burton, Woody Allen y Andy Warhol. Y ahí empieza a comportarse de manera especialmente patética, a saber:

1) Te habla por chat y dice: che, ¿qué hacías? Y una, probablemente mintiendo accede a la respuesta fácil: miro tele. Y en ese momento le acabás de dar un pie del tamaño de una casa, ya que el tipo aprovecha para contestar: "Ah, mirá vos. Yo no miro televisión". 

Dangeeeeeer. Si hay algo que me irrita profundamente es la gente que se enorgullece de no mirar TV. ¿Dónde está el mérito? Digo, si no mirás porque no tenés ganas todo bien. Pero si creés que te volvés automáticamente interesante diciendo eso… bueno, estás mucho peor que mi cerebro después de mirar el programa de Fantino.
2) Empieza una conversación por msn diciendo… 

-"Hola, estás?"
-"Sí".
(Y ahí como quien no quiere la cosa el chabón tira una cita de Rayuela)
-"Ah, 'andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos'.

Oookey. Te aviso que si a eso no le contestaste con un clic derecho-eliminar contacto, te estás por comer un garrón enorme. Porque después, creyendo que va bien, que está sumando puntos, el tipo la sigue. 

3) Y obvio que de manera aparentemente casual, el flaco termina contando alguna de sus prácticas culturales favoritas. Duplica la apuesta con cosas como: Ayer (sábado) fui al ciclo de cine de Kurosawa en el Malba, o el Gaumont. Y aparte te cuenta, como si fuera un mérito, ¡que fue solo! ¡Y una que a duras penas sabe escribir Gaumont!

4) Y bueno si en ese momento tampoco decidiste cambiar el celular, mentirle con que tenés un novio boxeador y celoso (creo que no hay peor combinatoria que esa), o improvisarte un viaje a Timbuctú, es muy probable que en la próxima salida el chico insista. Y esta vez quiera invitarte a compartir alguna de sus prácticas coolturales. Y no sé, no te dice de ir a ver Amigos con Beneficios. Ni Cómico 5. Te cuenta de una obra de teatro que conoce el director y él pero que está buenísima porque (abro comillas) “toma al peronismo como experiencia político-social fundante y lo vincula con los fenómenos culturales del momento, encontrando una  impronta en cada uno de ellos…” y blah blah blah. Okeeeey. Listoooooo… mozo, ¡la cuenta! Todo bien, debe ser interesante pero… ¡te conozco hace 2 semanas! Sé una persona normal e invitame  a ver una hollywoodense, por Dios!

Para ir cerrando y dejar de indignarme por un rato, quiero terminar con un llamado a la solidaridad, que si bien lo voy a hacer en primera persona, creo que hablo en nombre de muchas: 

Ok, muchachos. Que me guste la literatura, el cine y la filosofía, o que estudie en la UBA, no quiere decir que también tenga ganas de demostrarlo cada cinco minutos.

Intelectuales hay pocos. Y, sorry, pero dudo que vos seas uno de ellos.

Tolerancia cero

4 sardinas opinaron
A continuación, cómo irritar a un adicto a conocer gente nueva por Internet

Sujeto extraño: hola, quien sos?
Sardina: Hola, vos me agregaste.
Sujeto extraño: puede ser pero sera de algun chat? no se..
Sardina: NOOOO. Ni idea. Vos me agregaste, deberías saber.
Sujeto extraño: bueno, no me acuerdo, si queres hablamos sino todo bien
Sardina: Y... ("Y..."?? Sardina, qué es esa respuesta?)
Sujeto extraño, enloquece: bueno si estas tan perseguida, primero comprate un perro y segundo, te elimino.
Sardina: dale, un beso!
Sujeto extraño enloquecido: no, gracias, guardateló!

sábado, 1 de octubre de 2011

Yo no quiero volverme tan nerd

8 sardinas opinaron
Hoy llegué a la conclusión de que nunca voy a dejar de ser una ladri.

Los extremos:

Sardina: Llega a la facultad a los pedos, sobre la hora, de malhumor, con cuatro horas de sueño encima y deseando estar muerta o, al menos, de vacaciones... Se sienta (se desploma) en la primera silla que encuentra, al lado de un masculino (¿masculino?).

Masculino (sí, masculino):  Jean, bucito, pelo corto, rulos. Nada, hasta ahí un pibe normal, de unos veintitantos. Muy tranquilo, el flaco, sentadito y leyendo un libro, como si hubiera llegado antes exclusivamente para hacer eso y burlarse de todos los demás infelices que andamos a contrarreloj reproduciendo nuestras propias condiciones de existencia con la esperanza de sobrevivir en el intento.

Sardina: no puede ser tan chusma. ¡No puede! Y, encima, poco disimulada. Pero no le importa. Mira más que de reojo el libro para descifrar cuál es. No tarda mucho en descubrir que se trata de 6,7,8, la creación de otra realidad, de Pablo Alabarces, titular de cátedra de una de las materias de la carrera. Dato no menor: el libro no sólo está subrayado sino que hasta tiene pegados separadorcitos de distintos colores en el interior. Extrañada, a los pocos segundos lo increpa.

Sardina: "Che, (ni 'disculpá, ni 'hola', ni un carajo. 'Che'), ¿tenés que leer ese libro para alguna materia?
Masculino: "No... pero como voy a rendir el final de Cultura Popular ahora (la asignatura que imparte el autor del libro) quería leer su libro para tener una idea... (disminuye el tono de voz hasta que sus palabras son inaudibles)"
Sardina:  "Ah.... ok".

Fin de la conversación.


Sardina tiene miedo. Pensar que está al lado de un tipo que se puso a leer y subrayar un libro externo a la materia que nada tiene que ver con el programa, sólo para enfrentarse al examen final y tener más ¿background? a la hora de responder las preguntas, la aterra.
Corre el banco disimuladamente por miedo a que la nerditud sea contagiosa y piensa.
Piensa que bajo ningún punto de vista podría tener una actitud parecida, jamás. Piensa que definitivamente no ha nacido para la vida académica y que no puede hacer nada contra ello. Pero ojo, tampoco le preocupa. Ella sabe que está hecha para otra cosa. Que la lectura es una actividad demasiado pasiva, demasiado cómoda. O dicho de otro modo: que nunca podrá dejar de ser una ladri.

No importa. Sus argumentos momentáneamente la convencen, y de un momento a otro siente unas ganas irrefrenables de decirle:

Che, flaco... ¡hay que estar al pedo!... ¡¿por qué no te abrís un blog?!