En base a este texto, hay un par de cuestiones que a continuación expondré, simplemente porque no las puedo callar (así que no les va a quedar otra que escucharme):
Vigilar y castigar. Foucault ya lo dijo hace 30 años, sin embargo hoy se habría hecho un festín con estas nuevas medidas. Mauricio Macri propone instalar cámaras de seguridad en toda la ciudad con el fin de recuperar la tranquilidad, como si una cosa fuera consecuencia de la otra.
En 1791, Jeremy Bentham (que no es John Loke), diseñó teóricamente el panóptico, un centro penitenciario ideal que permitía a un vigilante observar a todos los prisioneros sin que éstos puedan saber si estaban siendo observados o no. Por esta razón, independientemente de si había o no alguien "monitoreando" lo que los presos hacían, éstos no dejaban de
sentirse vigilados.
Foucault en 1975 tomó este diseño y lo traspoló al efecto causado por las otras instituciones (como la escuela, el hospital y la fábrica, entre otros) sobre la población. De esta manera, advirtió cómo el poder es ejercido no sólo por el Estado mismo sino también por una serie de establecimientos que actuaban de forma funcional a sus objetivos.
El nuevo plan de Mauricio es la distopía del panóptico hecha realidad. Con esta medida, que quizás para algunos suena como una estrategia efectiva para combatir la delincuencia, Macri convierte a los habitantes de la ciudad en los prisioneros, y a él (su gestión), en vigilante (que, al igual que en el panóptico, basa su táctica en la creación de la implantación de una
sensación de control en los individuos). Y no sólo eso: las cámaras de seguridad en las calles transcienden la teoría de las instituciones cerradas de Foucault, y propone algo más ambicioso (a la vez que tenebroso): la idea de que el poder y el control también pueden ejercerse al aire libre.
Y todo en nombre de la prevención, el cuidado y la protección, claro.
Pero en este discurso no sólo está presente este carácter represivo y controlador detentado por la gestión del PRO, que tanto nos recuerda al panóptico benthamniano. También hay otro factor a tener en cuenta. Mauricio dice: "para que todos los
vecinos recupere
mos la tranquilidad de poder vivir en una ciudad que
nos cuida y protege"
En esta frase, arma un nosotros particular. Un nosotros que incluye a algunos y excluye a otros. Un nosotros del cual el mismo Mauricio es parte. Este nosotros no contiene a todos los habitantes de la ciudad, sino que interpela a unos en especial, los "vecinos". Con esta palabra mágica, repetida hasta el hartazgo en el discurso macrista, Mauricio no hace más que marcar una línea que divide. Divide entre aquellos ciudadanos que deben ser defendidos y aquellos que constituyen una amenaza. Esos que, sin haber cometido infracción alguna suponen un grado de peligrosidad, solamente por existir: léase, clases subalternas (excluidos no sólo por su clase social, sino también por su género o su etnia). Este nosotros que está implícito en el "compromiso", tiene un doble objetivo: crear un
nosotros y determinar un
otro del cual el "nosotros" debe ser protegido.
La idea de la ciudad que cuida y protege, lejos de ser una noticia para celebrar, es solamente el producto de una sociedad cada vez más dócil, más propensa a que la moldeen y la reformen.
Que Mauricio Macri, el 10 de julio gane las elecciones, me va sorprender menos de lo que me va a entristecer tener que reconocer que vivimos en una sociedad cada vez más dócil a lo que el poder político designe. Una victoria del PRO no sería más que el resultado de una sociedad cada vez más propensa a ser vigilada, monitoreada, moldeada y adoctrinada. Una sociedad que -como dijo el sociólogo portugués Boaventura De Sousa Santos- es políticamente democrática pero socialmente fascista.
Ojalá las urnas me contradigan.