Ejercicio de escritura: escribir un relato y publicarlo sin corregir (aunque sea una cagada)
Julia se levanta todas las mañanas a la misma hora, aunque últimamente le está costando más. Sin prender la luz sale de su habitación y llega al baño. Se mira al espejo. Se cepilla los dientes. Se cambia la remera y va a la cocina. Se hace un café y piensa que el café la engaña, porque siempre su aroma es más rico que su sabor. Enseguida piensa que todas las mañanas piensa lo mismo. Y se va a bañar.
Felipe se levanta todas las mañanas a la misma hora, aunque últimamente le está costando más. Sin prender la luz sale de su habitación y llega al baño. Se mira al espejo.
(ahora debería cepillarse los dientes, como todas las mañanas, e irse a preparar un café)
Se mira al espejo. Se mira a los ojos unos minutos. Recorre sus profundas ojeras, sus cortas pestañas, sus labios rosados y secos, su rostro anguloso. Sus pobladas cejas y su pequeña frente. "Otra vez yo", piensa. Se detiene en su pelo, ingobernablemente despeinado y oscuro. Se mira y piensa: "otra vez vos".
Sin más preámbulos toma el cepillo de dientes y se dispone a lavárselos. Su cabello, de una sublevada longitud, se le viene a la cara descubriendo una cana que se distingue entre tanta oscuridad.
Se mira al espejo. La mira un ratito. Se alegra de envejecer.
Julia se levanta todas las mañanas a la misma hora, aunque últimamente le está costando más. Sin prender la luz sale de su habitación y llega al baño. Se mira al espejo. Se cepilla los dientes. Se cambia la remera y va a la cocina. Se hace un café y piensa que el café la engaña, porque siempre su aroma es más rico que su sabor. Enseguida piensa que todas las mañanas piensa lo mismo. Y se va a bañar.
Felipe se levanta todas las mañanas a la misma hora, aunque últimamente le está costando más. Sin prender la luz sale de su habitación y llega al baño. Se mira al espejo.
(ahora debería cepillarse los dientes, como todas las mañanas, e irse a preparar un café)
Se mira al espejo. Se mira a los ojos unos minutos. Recorre sus profundas ojeras, sus cortas pestañas, sus labios rosados y secos, su rostro anguloso. Sus pobladas cejas y su pequeña frente. "Otra vez yo", piensa. Se detiene en su pelo, ingobernablemente despeinado y oscuro. Se mira y piensa: "otra vez vos".
Sin más preámbulos toma el cepillo de dientes y se dispone a lavárselos. Su cabello, de una sublevada longitud, se le viene a la cara descubriendo una cana que se distingue entre tanta oscuridad.
Se mira al espejo. La mira un ratito. Se alegra de envejecer.