jueves, 16 de febrero de 2012

La esencia humana, el placer y la pérdida

La fama que se supo hacer el dentista de tipo malo que disfruta con el sufrimiento ajeno y le pega a sus hijos murió el mismo día que crearon la anestesia fácil de aplicar. No sé, pero yo me acuerdo que arreglarte una muela te dolía... ¿qué era? ¿el torno? Ahora no, por cualquier caries pelotuda te duermen la boca y no sentís nada. La adrenalina y el cagazo quedaron defraudados y dejaron algo claro: ya no hay que ser valiente para visitar al odontólogo.

Algo parecido sucedió con la depilación: hasta hace poco, las mujeres sufríamos antes, durante y después de ir a depilarnos. Maldecíamos a la sociedad occidental, en su conjunto, por obligarnos a mostrar nuestro cuerpo libre de vellosidad, sabiendo que cinco días después los pelos volverían a crecer, sin importar cuánto habíamos sufrido ni gastado. Sin embargo, la proliferación de Groupones ofreciendo acabar con este sufrimiento de un saque y de forma definitiva, está ocupándose de desterrar este caro y doloroso problema de nuestras vidas.

El avance de Internet, por otro lado, está comenzando a dejar atrás las largas colas en los bancos. Si Pago Fácil era fácil, home-banking es una boludez. También están quedando en el olvido las tediosas filas en los cines gracias a la compra on-line, entre otras facilidades. Ya casi no se ven piernas cansadas a causa de interminables esperas improductivas.

Estos son algunos ejemplos para demostrar cómo la tecnología se encarga lentamente de alejarnos del dolor (como contrario al placer, en donde estaría la felicidad) y de optimizar nuestro tiempo y nuestro gasto. "Pare de sufrir", anuncian las iglesias evangélicas para atraer 'fieles' (o clientes), asegurando un mundo feliz.

Ahora, frente a tanto rechazo al dolor y a la improductividad, yo me animo a preguntar: ¿está funcionando? Digo, ¿somos realmente más felices alejándonos del dolor y focalizando nuestras acciones en obtener más y más placer rápido y al menor costo? ¿O, de alguna u otra manera, sabemos que en la pérdida también habita el goce?

¿No hay en el gasto improductivo, ese que no tiene un razonamiento económico, que no responde a la lógica del sistema, que hasta parece absurdo, placer o felicidad?

Estas preguntas se conectan con una duda que tengo de hace rato: ¿por qué hay gente que arriesga seriamente su vida exponiéndose a deportes extremos o violentos, a fiestas o costumbres peligrosas como los encierros en España donde 'por diversión' desafían la fuerza de los toros enfurecidos, o las apuestas para determinar quién soporta más el dolor...?

¿Son solamente unos locos? Sin ir tan lejos, ¿no hay en nuestras vidas cotidianas episodios inexplicables para la lógica económica? ¿No experimentamos al consumir bebidas alcohólicas o cigarrillos una suerte de 'placer autodestructivo'?

Es curioso, pero mientras la técnica intenta librarnos del dolor y la improductividad, no se da cuenta de que el ser humano también encuentra goce en el derroche, en la pérdida, en el sacrificio.

En definitiva, y como dice Antonio Campillo, explicando el pensamiento del filósofo Georges Bataille, "el gasto improductivo es el fin último de toda actividad humana" y más adelante aclara:
"Lo que ahora importa de los objetos externos y de las propias energías no es su consumo productivo sino su gasto improductivo, no su ahorro sino su derroche, no su ganancia sino su pérdida, no su producción sino su destrucción, no su adquisición sino su donación. Lo que ahora importa no es la mera perduración de la vida sino su intensificación, su exaltación, su incandescencia, aun a riesgo de consumirla por completo, aun a riesgo de perderla. No se busca la muerte, pero tampoco se la teme. Lo que ahora importa no es la preocupación por el futuro, sino la afirmación del presente; no la supervivencia o perduración de uno mismo como ser separado, sino la convivencia o comunicación con el resto de los seres; no, pues, el temor a la muerte, sino el amor a la vida."

Es para pensar un montón, porque dudo que Bataille esté simplemente invitando al descontrol o al carpe diem. Pero creo que acá hay un par de claves para responder mis interrogantes. En una sociedad en donde todo se pone en términos de utilidad y eficiencia, de si me sirve o no me sirve, de costo-beneficio, hablar de derroche es una barbaridad.

Y que sea una barbaridad es una excelente razón para seguir pensando.

6 comentarios:

  1. Cuantas latas de sardinas ultimamente... :)

    No vi la peli de Capusotto, todavía. Ya la voy a ver...

    Saludos

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  2. ¿No te parece que en esa evitación del dolor, en ese arrime al (des)arrime, en esa lejanía de la cercanía -inherencia al dolor- hay en realidad un desarraigo a la vida? Quiero decir, la sobreexposición al dolor, sí, grita, sí, despelleja, sí, vive, al tiempo que cae presa de conraproducencia, aunto-insidia y complicidad. Es la enfatización de la vida sintomática. No pretendo con esto ir (al)más allá. Tampoco hacer un llamado abierto a médicos y moralistas. Pero en definitiva, y siguiendo cuanto tu publicación me despertó, ¿acaso no queremos -necesitamos- un guía "al" dolor -a la vida-, un procedimiento garante? Necesitamos una excusa modélica.

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  3. La vida moderna vende que el dolor y el sufrimiento es malo, y que estar dormido y anestesiado es bueno. De ahí a la busqueda masoquista de la sensación de estar "vivo" hay un solo, y rebelde, paso.
    Mas que dormir, preferimos despertar, sea dulcemente o con un pelliscón doloroso. Pero buscamos ser concientes de que estamos vivos.

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  4. Hay una cosa en la que disiento...yo sufro como una condenada a muerte cuando voy al dentista, con anestesia y todo. Sacarme las muelas de juicio fue una tortura sin parangones en mi vida...me dan ataques de pánico, y eso aunque tenga mi boca completamente adormecida.


    Por el resto, sí, plantea muchas reflexiones. Yo, particularmente, pienso que sin irse a extremos hay que disfrutar, no me gusta negarme nada (repito, sin excederme a sobremanera). Sino te cabe tomar o drogarte genial, pero si te cabe restringírtelo absolutamente para vivir 110 años no tiene sentido. Además seguro te morís igual de cáncer antes.
    Ahora, ya los extremos, bueno, hay otro mecanismo funcionando ahí. Lo cierto es que la cercanía con la muerte produce una adrenalina tal vez única. En el sufrimiento está a la vez el placer. La monotonía aburre. Haciendo cosas arriesgadas, bueno, es una apuesta, pero te sentís vivo y menos adormecido en la rutina (creo que va por ahí)

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  5. estás cayendo lentamente en la contradicción de tu vida

    "intelectualoides" dijiste una vez?


    ...


    jojojojojo

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  6. Sólo comparto las cosas que me hacen pensar, Esteban, con el fin de que los demás también lo hagan.

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