sábado, 19 de junio de 2010

I de imantados

Jueves. El día más odiado por Inés. Desde siempre detestó que le mientan, y los jueves funcionaban como una ilusión del fin de semana. Abril. Ya se puede ver la alfombra amarilla cubriendo las calles de la ciudad. Gustavo harto de las incesantes injusticias de la vida, emprende el camino de regreso y se divierte pisando hojas secas y desafiando al viento, antes de que se las lleve.
En medio del ruido que hacen los pensamientos cuando se los intenta desterrar de la mente, Gustavo piensa en Inés. Un zumbido. Cae en la cuenta que desde hace varios días ese mosquito se asoma interrumpiendo diferentes momentos del día y se pregunta si será siempre el mismo autor, el que compone ese sonido intermitente, casi como la luz del faro. Con esa observación, continúa su viaje, preparando mentalmente la clase de mañana.
Inés sale de la facultad como muchas otras veces, quejándose por algo. Esta vez, la profesora de Literatura no había ido, y ella, estrenando el primer año de la carrera, todavía no se acostumbra a conformarse con la frase “la UBA es así” y suelta un “es indignante”, desde lo más profundo de su ser.
Con la intención de querer distraerse, repara en la última frase, y se da cuenta cuánto le gustan las palabras que empiezan con ‘i’. Cree que podría describir cualquier sentimiento con alguna de ellas. Así se pasa varias cuadras, intentando confirmar su hipótesis.
-“Intolerable, inefable, increíble, insólito, incomprensible, i..”
-“Inexplicable, es la tercera vez que te invoco con un pensamiento esta semana”, dice asombrado Gustavo, cuando la ve pasar con la cabeza gacha. Inés levanta la vista. No entiende si es una broma del destino o simplemente las coincidencias existen.
-“Profe”, lo interpela, completamente paralizada. Nunca le fue difícil encontrar algo para decir en este tipo de situaciones, pero su mirada, desde el primer día la intimida.
- “Inés, ya te dije que no me digas así, afuera del aula no existen ese tipo de jerarquías.”
-“¡Perdón! Prometo omitirlo la próxima vez”, aseguró ella, al mismo tiempo que se preguntaba cuán peligroso podía ser dejar de llamarlo así.
Algo empieza a vibrar, es el celular de Gustavo, quien lo nota después de que Inés amague un ademán con la mano. Contesta y al instante, se le transforma la cara. Parece un niño, a punto de ser descubierto haciendo algo incorrecto. Se aleja unos metros y vuelve segundos después.
Inés evita preguntar porque sospecha saber qué pasa.
- Sabés que me resulta muy extraño esto de encontrarnos tan casualmente seguido. ¿Estaremos imantados? Digo, quizás fuerzas electromagnéticas estén jugándonos una mala pasada y no descansen hasta pegotearnos.
- Interesante. Parece que son tiranas estas leyes. Supongo que ir en su contra tendrá su precio.
Se sientan. Ella tiene sueño, y se le nota. Él le ofrece su hombro y otra vez el mismo mosquito, el mismo zumbido, pero ya no le importa. Ambos están presenciando el silencio más incómodamente hermoso de sus vidas.

2 comentarios:

  1. PECECITOSSSSSSS


    ah si, aquellas tardes de no escuchar nada de lo que decía Ana, de romperle las pelotas hablando de cualquier cosa entre nosotras..sisi los elementos disruptores de la clase

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  2. Oia, me sentí identificado con lo de las "i". Son enésimas las veces que mi mente empieza a acumular una tras otra, incesantemente, palabras esdrújulas. Es que las esdrújulas son fantásticas.

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