martes, 13 de octubre de 2009

Recíproca caridad

Martes 13 de octubre de 2009. Buenos Aires, Plaza Flores. 21 horas.

La noche ya circula doblemano sobre la Avenida Rivadavia. Mientras los colectivos devuelven a sus casas a centenares de trabajadores que ruegan que acabe la jornada, el semáforo cambia al rojo, como si quisiera callar el tránsito para que se vuelquen en el silencio las nueve campanadas que ahora se escuchan, y que provienen de la Basílica San José de Flores. En frente y sobre la Plaza, el escenario comienza a transformarse. De a poco, se va formando una fila de carros cargados de cartones y papeles que llevan la recolección del día. Algunos nenes los revolotean, mientras que los mayores se sientan a esperar la llegada del camión encargado de llevarlos de vuelta, en el mejor de los casos, a algún lugar con techo.

Entre las campanas y el semáforo que ya casi está en amarillo, cuatro jóvenes que no superan los veintitantos aparecen, cargados con mochilas y termos. Claro, es martes y los cartoneros esperan algo más que el camión. Su sola presencia hace que los sentados instantáneamente se pongan de pie y les salgan al encuentro. Los reconocen y se saludan. Una de las chicas abre la mochila y reparte el primer sándwich que es bien recibido y da pie a que los menos vergonzosos ya se pongan a contar lo que tienen para decir. “Ellos están acá hasta las nueve y media, nosotros venimos un rato antes y les traemos algo para comer, también jugo y, cuando hace frío, caldo. Ya saben que los martes venimos y nos esperan… mientras comen les hacemos el aguante hasta que llegue el camión”, cuenta Martín, uno de los chicos que forma parte de lo que formalmente se denomina “La noche de caridad”, un servicio que brinda un grupo de jóvenes desde el último verano.
Cuando se les pregunta por el origen de la idea, se hace un silencio pensativo. Uno de ellos cuenta que este proyecto surgió a partir de la necesidad de ayudar, de ‘hacer algo’ que intente cubrir, por lo menos, una partecita de las infinitas falencias ajenas. Esteban, otro voluntario, agrega que lo que lo puso en movimiento fue pensar en clave de paridad: “¿cómo no hacerlo si somos todos iguales?”.

Se hacen las nueve y media y las campanas vuelven a sonar. El camión ya se aproxima y levanta los carritos – que, por cierto, parecen haberse multiplicado en pocos minutos- junto con sus dueños. Entre los presentes se empiezan a repartir saludos de despedida y como siempre, promesas de volver a encontrarse siete días más tarde.

Sin embargo, la noche de caridad recién empieza. Toman la calle Rivadavia y en el camino van encontrando a otros que también parecen estar al tanto de lo que, últimamente, traen consigo los martes. Van repartiendo la comida, se sientan, charlan y les dejan a todos una sonrisa en el rostro: “es muy bueno esto que hacen”, les grita un hombre, antes de dar su primer mordisco. Mientras tanto, Martín nos cuenta que, si bien con lo que primero se encontró fue con la injusticia y la desigualdad desparramadas por todas partes, lo que más lo sorprendió “fue que me dijeran ‘gracias’”, asegura, intentando disimular la emoción que se le delata en la voz. Tiene razón. Es llamativo que ni hasta el más arisco olvida pronunciar esas siete letras luego de recibir el primer sándwich o de disponer, quizás, de un oído atento.
Cruzan Pumacahua y se acercan a la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes donde casi diez personas también los esperan. La reacción es la misma: un caluroso recibimiento mezclado con desbordantes ganas de compartir. El “gracias” vuelve a ser el leimotiv del encuentro. Se quedan un rato, preguntan, escuchan sus historias y el tiempo empieza a correr como en una maratón. Sin que se den cuenta ya se hicieron casi las once y media y todavía sobran un par de sándwiches. Es la última parada, así que pueden repartirlos todos.

Los servidores de “La noche de caridad” aseguran que es mucho más lo que reciben que lo que dan: “el fin no es darles la comida, porque en comparación a sus necesidades, es una miseria lo que les damos… pero lo que mantiene prendida la llama es justamente la reacción de la gente. Es increíble lo contentos que se ponen cuando nos ven, se ríen, están ansiosos…Al final, lo que les damos es mucho más que un sándwich; es alguien con quien hablar, en quien confiar, compañía. Y ellos nos lo devuelven todo multiplicado cien veces por esperanza”.

Procurando que ninguno quede sin comer, de a poco empiezan la retirada. Entre besos y abrazos se dicen convencidos “hasta el próximo martes”, y finalmente los cuatro emprenden el camino de regreso a sus hogares, con las mochilas menos cargadas e intentando aprender lo que esa noche la calle intentó enseñarles.



(Marto y Soñador: perdón y gracias!!!)

6 comentarios:

  1. llegué a la mitad y te digo:

    si vas a subir cosas tan largas, te recomiendo que cambies el fondo.
    al menos poné un gris...



    ahí sigo leyendo :)

    ResponderEliminar
  2. ahora si...
    voy a tardar dias en curar esta ceguera :P
    -----------------------------------



    cada uno es lo que tiene para dar
    el que da, recibe el doble


    "no se ama verdaderamente sino cuando se ama sin razón"



    gracias y paz!

    ResponderEliminar
  3. gracias a vos dreamer!


    Ahi te cambié el fondo!

    ResponderEliminar
  4. el título es TODO.

    :D

    lindas palabras hermana, igual si sabia que me estabas entrevistando y que era más que un compartir, me hubiera peinado. mínimo.

    thanks!

    M.-

    ResponderEliminar
  5. Hermoso, hermana!!!

    Nunca te olvides de esto que escribiste, vos ya tenés tu onda, utilizala siempre y no dejes que nadie te la cambie.
    Obvio, leé a otros y buscá lo que te gusta... tomá, de lo que te critiquen, las cosas que te sirvan, estate abierta a ser mejor, pero no te olvides: VOS YA TENES TU ONDA DE ESCRITURA Y NO DEJES QUE TE LA JODAN!!!!

    Te mando un beso enorme, te quiero.

    ResponderEliminar
  6. Hey! Conozco a los que dan, a los que reciben, y si no me equivoco, también a quien escribe (y qué bien lo hace!)

    Hermosas palabras! Voy a pasarme más seguido por aquí!

    Clari.-

    ResponderEliminar