sábado, 22 de septiembre de 2012

La dictadura de la técnica

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Descartes decía algo así como que era imposible distinguir el sueño de la vigilia, sobre todo cuando se trata de pesadillas, ya que son más intensas.

Anoche tuve un sueño futurista. Cuando me desperté, me pareció tan increíblemente real que tuve que documentar lo que me acordaba.

Esto fue (tal cual) lo que escribí medio dormida:
Un mundo en el que todo está mediado por la técnica. No hay timbre normal, ni música normal. Si no, enchufada. La gente sale a la calle a pedir por eso, golpe de Estado. Aversión a lo 'sin enchufes'.
Puedo detallar algunas secuencias aunque me resulta imposible identificar una introducción, nudo o desenlace.

 Al principio, todo transcurría en medio de una manifestación muy oscura en la calle, en la que de repente la electricidad cesaba y todas las cosas dejaban de funcionar. Los aviones se caían, los autos no arrancaban y la gente se manifestaba muy violentamente pidiendo una solución: incendiaban cosas, gritaban, etc. Yo tenía mucho miedo porque todo eso parecía -aunque por suerte nunca he vivido uno- un golpe de Estado. La frase que se me venía a la cabeza era "La dictadura de la técnica".

En la siguiente escena me encontraba con algunas personas que me decían que odiaban todo lo que no fuera eléctrico. Las guitarras criollas, por ejemplo, no eran respetadas sino que se privilegiaba la música mediada por la tecnología. Había una especie de rechazo a lo 'natural', a lo que no funcionara a través de un mecanismo técnico.

No tengo ganas de hacer ninguna reflexión final porque creo que todo es demasiado evidente. Y paradójico. Tanto, como que ustedes estén leyendo esto a través de un medio digital.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La profanación de la política a manos del minuto a minuto

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Un fondo luminoso, un sillón bajo, blanco y en forma de herradura, algunas latas de bebida energizante sobre una mesa ovalada y piernas. Muchas piernas de mujer. Así se podría describir, rápidamente, la escenografía de Animales Sueltos (América), un programa de televisión que logra insertar en la estética de la disco o del cabaret nada menos que a la política. Sólo un corte comercial separa el show farandulero, cómico y hasta casi pornográfico a cargo de las chicas del momento, de la entrevista descontracturada y, según su conductor Alejandro Fantino, “de divulgación” a algún funcionario público. Se trata de una fórmula impensada en tiempos de Neustadt y Grondona, que hoy ya es aceptada y aprovechada tanto por los medios de comunicación como por los políticos.

                Desde la manera de abordar los temas y su heterogeneidad, hasta la escenografía –una cuestión que, a simple vista, no parecería influir en el mensaje, pero que lo hace y mucho-, a partir de la década del noventa, los programas políticos de opinión comenzaron a modificarse.  La aparición de Hora Clave en 1989, luego de la ruptura del dúo Neustadt-Grondona significó un viraje en la forma tradicional de hacer este tipo de televisión: “Hasta ese momento, la estética era pobre, monótona y lúgubre, compuesta por una aislada mesa redonda con un fondo oscuro y frío”, explica la licenciada en Letras María Rosa del Coto en el libro “La discursividad audiovisual”. Sin embargo, con la llegada de Hora Clave, se abrió un paradigma nuevo que supuso la construcción de espacios más grandes, agradables y modernos, el cual se fue profundizando a lo largo de la década y posibilitó lo que Graciela Varela, doctora en Letras y titular de cátedra de la materia Semiótica II en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, llama una “expansión de lo decible”, un giro del programa político hacia el magazine. “Hoy se van de caja y tratan temas de interés general, desde el origen del Universo al misterio de los dinosaurios”, publicó el diario Página 12 en 1996 en la nota Los programas políticos cambian de perfil, quince años antes de que apareciera, por ejemplo, Animales Sueltos, el máximo exponente de esta profanación.

La clausura del debate
También hacia mitad de los noventa, el debate de ideas signado por la clásica mesa redonda que reunía opiniones disímiles respecto a un tópico común, empezó a dejarse de lado para privilegiar el género de la entrevista. “Los exponentes actuales presentan como mueble fundamental una mesa rectangular amplia o un escritorio, en lugar de una circular. Una clara señal, en términos enunciativos, de su escaso interés por generar el efecto debate”, plantea Varela. Bajada de Línea (Canal 9), Periodismo Para Todos (El Trece) y La Cornisa (América) son ejemplos del éxito de ese proceso. En ninguno de los tres hay lugar para la discusión, sino que se centran en reportajes ‘mano a mano’, informes o interpretación de datos. El monólogo con el que comienza Jorge Lanata cada edición de PPT refuerza esta hipótesis: mientras dura su stand-up, no hay lugar para el intercambio de ideas con otros, sencillamente porque “los otros” no son invitados ni políticos, sino que es  el público (encarnado en la tribuna), cuya voz no aparece nunca en escena más allá de las risas intermitentes.

6, 7, 8 (TV Pública), el programa autodefinido como kirchnerista y que surgió en 2009 a partir el enfrentamiento del Grupo Clarín con el Gobierno, vuelve a introducir el modelo de la mesa redonda pero, a diferencia de lo que ocurría en los ’80, no lo hace en forma de debate. La Real Academia Española define el verbo debatir como “altercar, contender, discutir o disputar sobre algo”. Si bien hace menos de un mes estrenaron una sección llamada, justamente, “El debate”, en la que enfrentan a dos representantes de sectores diferentes, ésta se emite una vez por semana en carácter de “especial” y está regulada por un mediador. El resto de los días, congregan a periodistas, académicos y funcionarios públicos con una ideología en común y un punto de vista sobre la realidad política similar, razón por la cual es difícil encontrar lugar para la polémica, tal como sugiere la enciclopedia.

Alica, alicate
“Llamamos espectacularización de lo político en los programas de televisión al predominio de la imagen por sobre las posturas ideológicas, partidarias o doctrinarias: la prevalencia de la enunciación (el cómo se dice) en detrimento del enunciado (el qué se dice)”, señala Graciela Varela. El dispositivo audiovisual como principal nexo de comunicación entre el candidato y el votante, generó lo que el semiólogo Franz Baiz Quevedo llamó “un modelo de político que aspira más a mostrarse de manera convincente que a demostrar sus convicciones”. Ya no interesa el contexto, lo importante es estar en la televisión, hacerse visible. Es la imagen del funcionario la que toma protagonismo, y son sus gestos, sus movimientos y sus tonos de voz los que logran sellar un efecto de verosimilitud y autenticidad en su discurso.





Para Varela, esta sobrexposición de sus cuerpos fue dando paso a una “trivialización de la política”. Una forma de lograr identificación con la gente y, claro, también más rating. La presencia, por ejemplo, del diputado Francisco De Narváez junto a su imitador en 2009 (quien parodió su slogan “Votame, votate”, con “Alica, alicate”) en ShowMatch (El Trece), da cuenta de esta banalización que suele profundizarse durante las campañas electorales. Mismo fue el caso de la diputada Gabriela Michetti, quien también estuvo en el programa de Marcelo Tinelli riéndose de sí misma frente a su doble. “La ampliación del decir político en TV desembocó en apariciones de funcionarios públicos cocinando, contando chistes o prestándose a bromas”, explica la licenciada y profesora de Semiótica de la UBA y subraya que es el resultado de un proceso lento y progresivo de préstamos y concesiones entre los programas de política y los de interés general y espectáculos.

 La televisión es, sobre todo, imagen. De ideas, propuestas, ideologías u opiniones, no conoce demasiado. En América, finaliza el espacio publicitario y Animales Sueltos, que hasta hace unos minutos era show, luces y humor con doble sentido, ahora se convierte en un espacio de reflexión. Fantino presenta al diputado Fernando “Pino” Solanas y la entrevista “de divulgación” comienza. Eso sí, nadie nota el cambio. A fin de cuentas, la política y la farándula ya no pertenecen a universos tan diferentes. 

NdR: Este texto no fue originalmente escrito para este blog, por eso su estilo es más sobrio y menos irónico, sin embargo no quería dejar de compartirlo con ustedes. Además, viene a tono con el post anterior.

martes, 4 de septiembre de 2012

¿Cómo, y la novela?

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-Qué vergüenza ayer la presidenta por la cadena nacional...
- ¿Qué dijo?
- No sé, pero me cortó la novela.

Alrededor de las 10 y media de la noche de ayer, todos los canales de aire comenzaron a transmitir por cadena nacional el discurso de Cristina Fernández de Kirchner a propósito del Día de la Industria. Unos minutos bastaron para que las redes sociales explotaran. No, una vez más, las quejas y los comentarios nada tenían que ver con el contenido. Más bien con la forma: “¿Otra vez #CadenaNacional? ¡Esta yegua me cortó la novela!”, se podía leer en Twitter. Al ratito, “#DevuelvanGraduados” se convirtió en Trending Topic mientras que la presidenta recitaba de memoria las cifras del crecimiento económico e intentaba interpelar a los televidentes, como ciudadanos. Un error imperdonable para los fanáticos de la programación del prime-time.

                Es que quejarse y prestar atención son dos actividades que no pueden realizarse simultáneamente. Por eso, durante la hora y pico que Fernández de Kirchner dedicó al tipo de cambio y a la industrialización, muchos despotricaban y hablaban de “condena” nacional, pero pocos argumentaban por qué. Ese fue el caso del Jefe de Gobierno Mauricio Macri, que desde su cuenta de Twitter, se escandalizaba: “CFK le está faltando el respeto a todos los argentinos con esta Cadena Nacional. Qué increíble”. Su correligionario Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gabinete del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo secundaba hablando de un “uso y abuso” de esta herramienta, sin anexar tampoco, ni por asomo, los fundamentos.

                Es que está claro: a las 10 de la noche ya nadie quiere pensar. ¿A quién se le ocurre? Por algo a esa hora está el programa de Marcelo Tinelli, el entretenimiento puro y banal que suspende por completo la capacidad de cuestionamiento. O se transmite la novela más exitosa de Telefé, aquella que aísla el cerebro de la realidad política y nos inserta en el mundo de la ficción que poco tiene que ver con datos, cifras y anuncios. El prime-time es de la tele básica y farandulera. El Gobierno y la presidenta no tienen nada que hacer ahí. Salgamos ya con las cacerolas.

                Sin embargo, algunos diarios supieron interpretar inteligentemente esta nueva intervención televisiva de la presidenta, e hicieron hincapié en el reclamo, en el sentir del “pueblo”. Como Clarín, que tituló: “El récord de Cristina: este año ya habló 14 horas 19 minutos y 23 segundos por cadena nacional”. Un dato relevante. Sobre todo, para saltear la página.