viernes, 27 de julio de 2012

Confirmado: lo que mata es la indiferencia

4 sardinas opinaron
El día que empecé a cursar la materia "Seminario de Diseño Gráfico y Publicidad" en la facultad, supe que iba a derivar en un post. No sé por qué, pero lo supe.

Esta asignatura es de esas que hasta el final del cuatrimestre no comprendés a qué carajo va ni por qué le pusieron ese nombre: del Diseño y la Publicidad, por lo menos durante las primeras 10 clases, ni noticias. Puro texto filosófico, mucha semiótica. Muy lejos de lo divertido y cool de su denominación. 

Pero yo lo supe. Me dije: "Ok, hoy estuviste cuatro horas cursando esta materia del orto, no entendiste nada, pero al final vas a escribir un post y todo este esfuerzo va a tener sentido". Motivaciones de quienes estudiamos cosas que muy raramente suelen ponerse en práctica, sí.

Cuestión que el otro día estaba pensando en la indiferencia. No viene al caso por qué, pero dije: "Loco, es cierto. Mata. No es el odio ni la humedad. Es la indiferencia". Pero, ¿por qué?

Y ahí nomás llegó el inservible Seminario de Diseño Gráfico a mi cabeza y estuve segura que para responder científicamente a este interrogante era preciso retomar la teoría de un tipo bastante forro y complicado: Maurice Merleau Ponty. Forro porque escribe difícil. Complicado por lo mismo. 

La onda viene por este lado: para este pensador, la única manera de acceder a la conciencia del otro, a aquello que siente, que es, en definitiva, a su subjetividad, es a través del cuerpo y de sus gestos. ¿Por qué? Porque es gracias a que tenemos un cuerpo exterior, una materialidad, una objetividad, que podemos entender y comunicarnos con el mundo y quienes nos rodean. Ni las conciencias ni los espíritus se comunican, los cuerpos lo hacen. 

Pero no reduce el gesto a un acto motriz sino que teoriza sobre las palabras, sobre el lenguaje. Especialmente hace énfasis en el habla singular, aquello que los sujetos dicen, y plantea que la palabra también es un gesto del cuerpo ya que en la expresión no interviene el pensamiento ni la racionalidad: con la palabra no expreso lo que ya pensé sino que realizo el pensamiento. Si no fuera así, ¿por qué lo que pensamos cobra claridad cuando lo convertimos en un enunciado? El que habla no piensa, las palabras son su pensamiento... Todo lo que me rodea cobra sentido para mí cuando lo puedo nombrar, cuando lo denomino. En palabras de Merleau Ponty: "La denominación del objeto no es posterior a su reconocimiento, sino que es el reconocimiento".

Entonces decíamos: es a través de los gestos (tanto los que tienen que ver con la motricidad como también los del lenguaje) que podemos acceder a las interioridades, en el orden singular y en el colectivo (con el otro). 

Si no hay gestos, si no digo con el cuerpo, no hay nada. Si es a través de la percepción (el encuentro del cuerpo con el objeto/individuo del mundo) que me constituyo como sujeto y accedo al sentido y a la subjetividad, si no tengo qué percibir, todo el resto se cancela. Casi que no estoy en el mundo, porque es a través del cuerpo que tengo un mundo.

Para ir concluyendo: la indiferencia es la anulación de todo tipo de gesto corporal, incluido el habla. Si el sujeto es un sujeto de la práctica y es la práctica la que se suspende, entonces no tiene nada. No sólo no puede entrar en comunicación, sino que no puede "ser" plenamenteSi no puede percibir un gesto del otro,entonces no puede acceder a su subjetividad. 

Y la barrera a la comunicación entre los cuerpos que inaugura la indiferencia, resulta indefectiblemente en una anulación de la comunicación entre conciencias y espíritus.

Y una anulación de eso, por consecuencia,  es una anulación del ser. Y una anulación del ser, ¿qué es? ¿Muerte?

Y sí. La indiferencia, entonces, mata.

Desde que terminé de cursar y rendí su bendito final obligatorio que vivo replanteándome hasta las cosas más simples. Ahora, posta, antes de no responder un mensaje, lo pienso otra vez.

Y contesto. 

miércoles, 11 de julio de 2012

Minga que te creo

5 sardinas opinaron
Como de costumbre, me entero tarde de las cosas. Siempre ocupé el rol de la colgada del grupo, la que siempre llegaba tarde a la novedad, la que recién se enteraba de la existencia de Fulanito cuando todas ya lo estaban criticando. Ojo, no siempre por desinterés, quizás más bien por despiste. Si bien de grande aprendí a retener un poco más ese tipo de detalles para no quedarme tan afuera (o como dice el Cuarteto de Nos: adaptarme al medio sólo para subsistir y no para ser aceptado), nunca abandoné del todo este delay con el mundo y los que me rodean.

Esta vez, llegué con cinco meses de retraso al estreno de "Minga! Argentina y Caliente", una revista bimensual y de distribución gratuita que ya va por su tercer número, que dirige la novia de Boudou (el vice de Cristina, por si alguno se había olvidado) y que tiene una búsqueda bastante berreta y oportunista: aparentar romper con lo establecido justamente para reafirmarlo.

Para los que estén más rezagados que yo y todavía no la conozcan, se trata de una publicación sobre (aunque me cueste usar este término en este sentido tan reduccionista) CULTURA. Música, cine, libros, filosofía, ecología y demás de ese tipo de yerbas. Si bien todo medio es político, en este caso, Minga! no apunta a reflexionar expresamente sobre esta dimensión del mundo. No a simple vista.


Si uno la agarra medio de improviso se encuentra con entrevistas a músicos populares, a cineastas cools, y a académicos pseudo-revolucionarios (léase, Darío Sztajnszrajber, el del programa del canal Encuentro) y advierte que Minga! es una revista copada. Además, te recomiendan libros, te hablan de cómo reciclar y por si esto no te alcanzaba, Carla Czudnowsky te regala una interesantísima columna hot donde explica cómo ser sexy a los 40. Divino.

No hay que ser muy vivo para darse cuenta a qué público está dirigida esta revista comandada por una correligionaria del modelo kirchnerista y a quién intenta persuadir: básicamente, al grupo pseudoprogresista de pibes de 20 para arriba que está encantado con el merchandising nacional y popular, que tuitea sobre política aún sin conocer demasiado y que desde que René de Calle 13 habló de Mariano Ferreyra, dejó de ocultar que le gusta el reggaetton. Sí, sí, esos, esos. Los de Página 12 en el morral. Ojo, no digo que sean todos así, pero si hay que definir un "target" (odiosa palabra) hay que estereotipar. Y a ese estereotipo le habla Minga!, sin lugar a dudas.

Pero bueno. Discutir que los medios de comunicación poseen una ideología es una pelotudez. El problema no es que la revista tenga una definida. Lo que molesta o indigna es que la misma esté supeditada a intereses principalmente económicos: la revista no existiría si no fuera gracias al Vice. Por eso, es casi un mal chiste que se presente como una publicación de izquierda, a favor del cambio y de la transformación cuando sólo quiere mantener las cosas como están, o como la clase dominante argentina pretende que estén.

Además, si queremos hablar de periodismo, es casi patético el trato que le dan a la información que comunican. Con evidencia y en más de una oportunidad, desvían las entrevistas a la temática "Desde que está el kirchnerismo..." con la clara intención de sacarle un título nac&pop al sujeto en cuestión. No se conforman con entrevistar a aquellos que comparten su misma ideología sino que, en todas las notas, evidencian que el objetivo es el mismo: la apropiación de los valores populares y nacionales (por ejemplo de los colores de la bandera que adornan su isologo) para resaltar las bondades del gobierno y en ese intento, legitimarlo.

Algunas citas extraídas de la revista dan cuenta de cuán obvia es esta operación de plebeyización:
Darío Sztajnszrajber: (destacado) "Latinoamérica vive un proceso inédito, en los últimos 10 años se fueron recuperando energías utópicas a partir de situaciones concretas".
Daniel Burman: (título) "No hay lugar en el mundo mejor que Argentina para hacer cine".
Andrés Calamaro: (destacado): "Estos años de Gobierno de Néstor y Cristina fueron interesantes y positivos. Somos un país muy sufrido, con mucha muerte en los talones y mucha crisis encima. Si no creemos en nada, nada se nos puede perdonar".
León Gieco: (destacado) "Esta es la única vez que un gobierno se ocupa de las cosas que venimos hablando desde los '70. Por eso vamos a verla (a Cristina), no porque seamos K. Le tengo un respeto total y voy a ir a saludarla cuando sea".
Marcelo López Fuentes (científico): (destacado) "La actualidad científica nacional es lo más parecido a la primavera de la ciencia de los '60".
Es obsceno. Cuando todas las notas tienen la misma inclinación, cuando todas están fuertemente forzadas a transmitir el mismo mensaje, cuando ya no hay crítica ni cuestionamiento ni espacio para recabar data que sirva al lector para generar su propia opinión... ¿queda lugar para la credibilidad? ¿y para la búsqueda de la noticia, de lo novedoso, de aquello que aporte información relevante? Yo creo que no.

Por eso, pseudoprogres y cuasi-revolucionarios... ya que levantan las banderas de la ecología: dejen de gastar papel imprimiendo periodismo "a pedido". No sólo salvarán la vida de un montón de árboles. También mejorarán la de 40 millones de argentinos.

domingo, 8 de julio de 2012

La vida sin Arjona sería un acierto

3 sardinas opinaron
¿Hay una canción que legitime más la sumisión de la mujer al hombre que "La sucursal del cielo" de Ricardo Arjona?

Yo creo que no. El otro día me acercaron la letra de este tema y no pude hacer otra cosa más que aumentar mi desprecio para con el guatemalteco (creo que es guatemalteco y no pienso googlearlo) que hace como una década que no para de llenar Luna Parks.

Inmediatamente después de escuchar esta canción, lamenté profundamente haberme descargado hace unas semanas de manera tan violenta contra los muchachos de Liverpool  y su tema Revolution. Ellos, al lado de este ser legitimador de la supremacía machista, eran cinco inocentes boludos. Además, por lo menos, eran agradables al oído.

Arjona no. No sólo es una bosta musicalmente, sino que la letra es un atentado a la mujer y a cualquier intento de la sociedad por dejar atrás su herencia paternalista.

He aquí algunos pasajes de esta exacerbación de la derecha conservadora y el mantenimiento del statu-quo:

Me sorprendí administrando una oficina/Buscándome una casa con piscina/Y me olvide de las pequeñas cosas/Como verte atravesar el umbral de la cocina dibujando siluetas con tu delantal/
Como ese arroz pastoso y desabrido que cocinaste para mamá...


Aaaahhhh... ¡qué lindo, Ricardo! ¿Así que pensás que en nosotras están esas pequeñas cosas de la vida que hay que dsifrutar? Ayyyy, ¿de verdad pensás que somos sexys con el delantal? Ahhh.... y decime, ¿por qué no te vas a cagar un ratito? Este tipo es cínico y en esta canción usa una técnica súper siniestra: busca (y encuentra) una forma tierna y bonita de describir la sumisión de la mujer al hombre y naturalizar el lugar de inferioridad de la misma en el orden social. Es terrible. Pero eso no es todo. 

Por querer alcanzar la cima, uno se hace financiero/La mujer se queda en casa, uno a buscar dinero/Por andar por las nubes, uno se olvida del suelo/Y de saber que tu propia casa, es la sucursal del cielo...

Este estribillo sólo me sugiere una cosa: el hombre tiene ambiciones, la mujer no. O si las tiene, se reducen a su oficio de ama de casa: a ver más limpia la cocina, a cocinar cada día más rico o a recorrer el barrio hasta conseguir el mejor precio. El tipo no, claro. Está ocupado en "grandes" cosas, tiene metas y proyectos que la mina no sólo no desea sino que no tendría por qué hacerlo. "La mujer ser queda en casa", repite convencido Ricardito. Grrrrr...

Hoy me fijo un poco más en tu mirada/En las huellas que dejan tus pies descalzos/En el gesto que pones cuando te enojas/En tus altercados con la balanza cuando trae malas noticias/Y me hacen mas grandes tus detalles que una cuenta de ahorros

AH, no, sí. Si la mujer también tiene problemas. ¿O mantenerse en forma y divina no es uno re grande? Si vivimos discutiendo con la balanza cuando "trae malas noticias". A propósito, ¿qué sería una "mala noticia" específicamente? ¿Un kilo más? ¿Por qué no te morís?

Arjona, en serio. Basta. Tenés un millón de temas para cantarles a las mujeres y conquistar 500 mil Luna Parks más. Salí un minuto del estereotipo, dejá de hacerte el sensible al pedo y retribuí, de una vez por todas y como corresponde, toda la guita que venís haciendo a costa del género femenino. Un género que, por si no sabías, ya hace como un siglo que salió a laburar. 

sábado, 7 de julio de 2012

Puta sí, puta no

4 sardinas opinaron
Posta, de verdad. Miren que me esfuerzo. Pero me resulta imposible, totalmente irrealizable, entender la lógica en torno a la moral y las buenas costumbres que rige en los medios de comunicación. Especialmente, en la TV.

Es que claro: cuando uno mira los realities shows, a simple vista, pareciera que todo está bien. Que vale todo. Digo, sin ir más lejos, en Bailando por un Sueño (sí, ya sé que estoy repetitiva pero es un programa muy interesante para analizar) las mujeres exponen sus agraciados cuerpos y se enorgullecen de llevarlos más que de cualquier otra cosa que puedan hacer. Medio que no importa mucho el puntaje si yo tengo mejor lomo que la de al lado. Y Marcelo Tinelli, el dueño del circo, a pesar de tener nueva novia, trata a todas como si se las quisiera levantar. Las abraza, las besa, las toca y ellas se dejan. Ninguna nunca, por lo menos hasta ahora, se le resistió. Acceden, sin más, como si fuera normal. Además, no sólo actúan así, sino que tienen que ser así: el jurado de este certamen les vive pidiendo que sean más "perras", que bailen con "más sensualidad" y con "menos ropa". El look y la actitud "puta" está legitimado y es gratificado y retribuido por todos: desde el director hasta la audiencia.

El otro día escuchaba de paso alguno de esos programas en los que se ponen a opinar del resto de la farándula y en ese intento hacen gala de su facilidad para juzgar, criticar y condenar sin conocer. En esta ocasión, el tema de discusión era si Rocío Marengo era "gato". Una mina del ambiente aseguraba que sí: "Es gato. Que no mienta más, lo sabe todo el mundo". A su vez, en otro programa, creo que era Toti Pasman el que decía: "Bueno, si en la primera cita tuvo sexo en un auto, que se la banque", en relación a una de las chicas de Tinelli (no sé cuál) que presuntamente se había acostado con alguien en la primera cita y que, además, lo había hecho en un auto (!?) y por eso era terriblemente descalificada por todo el panel de un programa de estos que inventan escándalos.

Yo entiendo que de algún lado tienen que sacar el kilombo. Lo que no entiendo son las temáticas. Ya sé que esto pasa y no es nuevo pero al verlo tan evidente, no puedo hacer otra cosa más que denunciarlo: resulta ser que ni las vedettes, las que supuestamente más "libremente" deben vivir su sexualidad, a las que se le pide continuamente que simulen ser putas, que se dejen manosear por Tinelli o quien fuera, que se maten en el gimnasio para lucir cada vez menos ropa frente a la pantalla... ni ellas zafan de la mirada de la moral burguesa. Ok, podés ser una puta en la tele, pero no en tu vida privada. Eso no te lo permitimos. No está aceptado y por ello serás cruelmente sentenciada y estigmatizada como la "trola" del Bailando o de lo que fuera. La moral y las buenas costumbres están tan arraigadas en la sociedad que ni siquiera el propio ambiente artístico se banca el quiebre.

Es esta especie de doble moral que se refleja en la televisión y que existe en la cotidianidad la que me parece que hay que analizar. Este doble discurso que, por un lado legitima la exacerbación constante de la sexualidad y la presentación casi pornográfica de los cuerpos (todo desde una mirada profundamente machista) y, por el otro, condena esas mismas prácticas que no condicen con los valores morales inscriptos en la sociedad cuando se dan fuera del show televisivo.

Pero bueno. Es tan curioso como predecible. La misma moral que se duplica en la tele es la que funciona constantemente en la vida real: una que públicamente todos juramos cumplir y de la que nos valemos para evaluar la vida del resto de la humanidad pero que todos (todos) rompemos en la intimidad.